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No es un secreto la emoción que causa en mí el compartir la mesa, de hecho así nació mi proyecto Paralelo. La idea de tener una gran mesa rodeada de personajes que puede que se conozcan o no, que quizás no tengan intereses en común, que no sean ni siquiera de la misma generación es algo que me gusta vivir. Al sentarlos alrededor de la mesa ¡se logra todo!, se crea el ambiente para compartir entre ellos los puntos de vista de lo que están experimentando: platos, sabores y aromas.
Muchos saben que mi corazón se hincha cuando me encuentro alrededor una mesa, pero esa soy yo. Exceso de emoción al hablar y compartir lo que me apasiona.
Desde la última experiencia en Paralelo que no sentía esa emoción de compartir tantas ideas, tantas inquietudes y dudas como hace unos días en el primer Wine bar de mi querido Torreón, Duna.
Ese pequeño lugar que Lugar que se encuentra dentro de Casa Juárez, ubicado en el corazón del Distrito Colón, donde si te asomas desde adentro de la casona verás solo una pequeña barra, con una iluminación tenue y una estética muy bien cuidada. Caminando un poco, atravesando su pequeño portal, encontrarás la magia que nace en esa cocina de ensamble y continúa hasta la banqueta de la calle Degollado.
Cuando llego a un lugar y comienzo a explorar con mi mirada analítica toda la atmósfera que el autor intelectual detrás quiso reflejar, no hay nada que me ponga más contenta que ver la congruencia de la narrativa, del origen y el concepto que se logró.
Siempre he creído que el restaurante debe de ser un reflejo de su cocinero, he de confesar que muy pocas veces me ha pasado así por estos rumbos y eso me causa Duna.
Me he convertido en una clienta asidua, disfruto mucho los sonidos de la calle desde la acera. Ver como pasa la gente caminando, como voltean a ver las mesas, se asoman por la pequeña puerta hacia la barra, como todo lo que ahí sucede no pasa desapercibido y yo he visto a mas de uno sentarse por curiosidad y quedarse más tiempo del planeado.
Esa noche que compartimos la mesa, me hablaron de cuál era su idea original, el concepto que estaban buscando, como comenzó todo, sin pretensiones y con infinita honestidad. Me encantó que pudieron comunicar toda la esencia mas allá del plato.
Ellos buscan crear un punto de encuentro para quien disfruta de un buen vino, para quien busca un espacio amigable a donde puedes llegar solo, a una cita o acompañado de un grupo de amigos. Tienen una amplia carta de vinos regionales, nacionales hasta extranjeros y la propuesta gastronómica se basa en platos compartidos, coloridos, bien presentados, bien ejecutados, con gran producto y mucha alma.
Yo no me obsesiono fácil con algún plato, pero su hummus con ese garbanzo crocante al final se ha convertido en mi favorito, y su maridaje con el Chenin Blanc de la casa, convierte esa noche en mi salida perfecta.
Hay platos que te invitan a compartir y los platos que encuentras en Duna se han ganado más de un post o una historia en las cuentas de Instagram de quienes los visitan.
No hay nada más grato que armar mesas diversas, trasngeneracionales, con muchas ideologías y formas de pensar. Esas mesas en donde seguramente una plática invitará a una gran controversia que se quedará como anécdota.
Personalmente espero más lugares así, fieles a su esencia, fieles a su historia, pero que aún con esa notoria autenticidad, nos entregan más que grandes vinos y deliciosos platos, nos entregan noches largas para compartir y así como lo he buscado siempre, deseo que sean noches que se queden para siempre en la memoria.
Sobre Natalia Hoyos: Comensal apasionada de la región de la Laguna en el norte de México. Egresada de programas de educación en turismo y gastronomía. Comparte recetas para salvar el día a día en sus redes sociales. Ha fungido como presentadora en festivales gastronómicos como ExpoPan y ExpoGastronomica. Creadora de Paralelo Experiencias en dónde ofrece al público, cenas, cursos y vivencias inolvidables conectadas con la gastronomía y vino.
Instagram: @nats.cocina
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