Propuestas diferentes
del país austral
sorprenden a expertos
en vino




Por sommelier Angelo Rivas


En México, los vinos chilenos llevan ventaja desde hace 26 años: arancel cero y una presencia que los coloca en el quinto lugar del mercado nacional. Pero más allá de los números, lo que hoy llama la atención es la nueva generación de etiquetas y enólogos que está redefiniendo la vinicultura del país austral.

De Loconau a Chiloé, Chile muestra vinos de identidad radical, tan contrastantes como su geografía. 

Los siguientes vinos muestran y definen la diversidad y calidad del vino chileno que sobrepasa las etiquetas de bajo precio.

Tara Sauvignon Blanc, Viña Ventisquero, Atacama (Valle del Huasco): proviene de un desierto donde hay que regar todo el año para controlar la sal que amenaza las raíces. Sin filtrar completamente y con un sutil trabajo sobre lías

Casa Marín Sauvignon Blanc, Casa Marín, Lo Abarca: se ubica más al norte y a sólo cuatro kilómetros del mar, en una franja fría y calcárea como de Inglaterra. Su fundadora empezó cultivando lechugas antes de descubrir que ese mismo suelo daba Sauvignon Blancs electrizantes y Pinot Noirs con alma atlántica. Sin agua y con apenas 27 hectáreas, cada cosecha es una batalla ganada a la naturaleza.

Sol de Sol Sauvignon Blanc, Aquitania, Valle del Malleco: en una zona volcánica donde antes crecían trigales. Se elabora bajo la sombra de un volcán y con lluvias que exigen paciencia y precisión.

Viognier Naranjo, Viña Siegel, Vall de Colchagua: nace de un error, de un vino oxidado. Tras tres semanas con pieles y un año en barrica de quinto uso, logró una textura cremosa y una acidez inusual. La corriente de Humboldt retrasa la maduración.

Tectonia, Bodega Volcanes, Valle Central: Chile es tierra de 2,000 volcanes y este vino mezcla Grenache, Petit Sirah y Mourvèdre, con una madurez precisa y barrica francesa que potencia el carácter volcánico de la zona.

Orzada Carignan, Odfjell Vineyards, Valle del Maule: Variedad rescatada del olvido. La familia noruega Odfjell reconvirtió antiguas viñas en un proyecto orgánico y biodinámico, con cubiertas vegetales y cepas de 75 a 80 años sin riego artificial. En Cauquenes, dentro del Valle del Maule, cultivan Carignan y Cinsault en secano, donde la lluvia manda.

El Afán, Vinos G2 Gonzalo Guzmán, Maipo Andes: elaborado con la uva Mencía, es un vino único que se logró al llevar la variedad desde Europa y mantenrla en cuarentena dos años antes de utilizarla. Tiene 10 meses de barrica de segundo uso

LOF Syrah, Viñas Pérez Cruz, Valle de Maipo: el nombre significa “clan familiar” en lengua mapuche y este vino proviene de terrenos aluviales y coluviales (sedimentos de ríos) y cercanos a la cordillera que dan frescura.

Mal Portado, Viu Manent, Valle de Colchagua: un Malbec fortificado de una bodega con 90 años de historia y raíces catalanas. Tiene una mezcla de Malbec (85%) y Tannat (15 y fortificado con pisco chileno. Las vides tienen 135 años y el vino pasa dos años en barrica.



Sobre Angelo Rivas: Máster en Negocio del Vino y Gestión Vinícola por la Universidad de Barcelona, sommelier y consultor profesional de vinos, así como periodista de bebidas y gastronomía por más de 25 años.
IG: @angelorivasmx



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