Una forma original
y deliciosa de
disfrutar del vino
y sus opciones
con y sin burbuja



Por sommelier Martín Miretti


Hay noches en las que el vino no solo se bebe, se cuenta. Y eso fue justo lo que vivimos en Lampuga Polanco, donde Santa Margherita nos regaló una experiencia para saborear con calma… y con burbujas.

La fiesta arrancó con dos cocteles que vinieron a cambiar el chip: el Pineapple Paradise, hecho con Torresella Pinot Grigio, fresco, tropical y peligrosamente fácil de tomar. Y el Donna’s Margherita, con Torresella Prosecco Rosé, elegante, burbujeante y con esa personalidad coqueta que invita a brindar sin tanta ceremonia. Más que cocteles, fueron una revelación: el vino puede (y debe) formar parte de la coctelería sin miedo al qué dirán. Lo vuelve más casual, más accesible y mucho más divertido.

Y si de romper moldes se trata, nadie lo ha hecho con más estilo que Santa Margherita. Esta bodega italiana fue pionera en el desarrollo del Prosecco Rosé, un estilo que, aunque parezca increíble, no existía legalmente hasta 2020. Así como lo lees: el Prosecco rosado era un sueño prohibido hasta hace apenas unos años.

¿Y cómo se logra ese delicado color rosa? Igual que en Champagne: mezclando vino base blanco (de la uva Glera) con una pequeña proporción de vino tinto tranquilo de Pinot Noir. El resultado es una burbuja fina, elegante, con notas de frutos rojos y una estructura más firme. Santa Margherita fue una de las primeras casas en experimentar con esta fórmula cuando aún no era reconocida oficialmente por la denominación, y gracias a su empuje, y al de otros visionarios, hoy podemos disfrutar de esta versión rosada del clásico italiano.

Durante la noche se presentaron dos líneas: Torresella, más relajada y perfecta para el día a día, con su Prosecco, Prosecco Rosé y el Pinot Grigio tranquilo (sin gas); y la línea Santa Margherita, más compleja y refinada, con un Pinot Grigio de Valdadige y un Prosecco de Valdobbiadene, una de las zonas más prestigiosas de todo el universo espumoso, donde la uva Glera alcanza su máxima expresión.











¿Y la comida? Un aplauso para Lampuga, que supo maridar la experiencia con sabor y creatividad. Las tostadas de atún con crispy onion eran crujientes, jugosas y perfectamente sazonadas. Los tacos de pulpo en axiote al estilo pastor fueron simplemente memorables; una fusión que combinó lo mejor del mar con el sabor especiado del antojo callejero elevado a otro nivel.

En resumen, fue una noche para desmitificar al vino, para relajarse, aprender y reír. Porque sí, el vino tiene historia, técnica y denominaciones… pero también tiene que disfrutarse sin complicaciones. Y si algo nos enseñó Santa Margherita, es que las grandes revoluciones también pueden servirse en una copa.




Sobre Martin Miretti: Originario de México, egresado del programa de Relaciones Internacionales por el ITAM y MBA por el ITESM. Egresado del programa de Sommelier Profesional por la AMS y certificado por el WSET. Ha trabajado como sommelier, director de A&B y Gerente General de hoteles y restaurantes. Ha desarrollado eventos, festivales gastronómicos y proyectos de desarrollo rural basados en la cultura gastronómica. Amante por los sabores y por convertir catas y aventuras culinarias en entretenidos viajes por la vida.

Instagram: @eldevinos



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